lunes, 20 de diciembre de 2010

Porque no merece la pena tener pena (09-11-10)


Ya la tormenta ha pasado
y puedo levantarme de debajo de la mesa,
lentamente, miro a ambos lados
y salgo corriendo de allí antes de que vuelva.
Corro cuesta arriba y cuesta abajo,
corro a través de calles y parques,
adelanto al viento, sigo sin reparos,
dejando mis pies atrás,
pero, ¿alguien sabe cómo puedo parar?
Ya es tarde para regresar,
tan sólo sigo corriendo,
ya es tarde para frenos,
mi velocidad ya lleva diez ceros,
¿seguro qué nadie sabe parar?
Esquivo multitud de charcos en el parque,
lágrimas y llantos los llenan,
¿por qué sólo lloras y te quejas?
Prefiero sonreír por nada importante
que llorar por todo.
Corro, mirando atrás
por si me siguen, por si acaso
a la tormenta le dé por regresar,
así, por si acaso, por si en el ocaso
tengo que sonreír en la oscuridad.
Mientras corro, recuerdo haber leído
en la prensa que se acercaba el otoño,
donde caen las hojas de los árboles,
pero no las lágrimas de todos,
los que acabarán por inundar Nápoles,
por pedir regalos en Navidad como críos.
Vaya, vaya, vaya marrón,
tantas caras largas por un simple corazón,
vaya, vaya, vaya día de locos
después de haber salido del manicomio.
Ilusos, aún creemos en Papá Noel, es obvio
que no sabemos vivir con el saco roto.
Mejor sigo con mi trote por la ciudad,
huyendo como nunca había huído,
no me tomes por un cobarde, en verdad
soy más valiente que los héroes de libro.
Que los pongan a ellos delante de mi realidad
y me digan si corro por puro capricho.
Ante un huracán
correr no es una opción.
Hazlo, o ve buscando sitio en el hospital,
o necesitarás mucha rehabilitación.
Así que, ante la duda,
mejor buscar otro camino,
en ocasiones de manera literal,
mejor que vivir medio ido
por tres botellas de más de pura culpa.
Corre, marcha, camina rápido
pero lárgate de aquí de una vez,
o acabarás siendo parte del adagio
al ser más iluso que podrás ver.
Por eso, yo estoy ya muy lejos,
más allá de cualquier nube gris,
más allá del amor y sus complejos,
más allá de cualquier lunes festivo de abril,
más allá de la palabra “más allá”.
Y es que lejos se queda corto.
Y mientras atravieso el horizonte, como poco,
ya nada ni nadie me puede detener,
se acabó, fin del juego, adiós a la tormenta
ya no te tengo más que temer,
se acabó, esta consola se quedó sin monedas.
Entonces, me digo en un salto, ¿por qué?
¿Por qué empecé con esta carrera casi eterna?
¿Por qué empecé a correr?
¿Por qué sin previo aviso, sin preguntar,
me busqué el tren que pasa más cerca,
pero que sólo lleva a ningún lugar?
Bueno, porque no merece la pena tener pena.

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