jueves, 21 de abril de 2011

Raíles hasta la Estación Perdida (21-04-2011)


Lo siento.


Mañana dejará de llover.
Las nubes se cansarán
y se irán para seguro volver.
Pero mientras me toca descansar,
toca mi vida rehacer.

Tanto ha pasado
desde que, por primera vez,
la pluma zarpó de mi mano
y este libro empecé.

Ya casi no puedo contar los días
que han volado.
Ya casi ni recuerdo mi vida
antes de empezar el arte de llorar a mano.
Ya casi no sé por qué.
Por qué comencé esta historia.

Demasiado tiempo.
Buscando la gloria,
encontré
lo que no busqué.
Pero es así como debo.

Deber.
He aprendido
qué es sin querer.
Qué fácil era la vida sin saber.
Qué fácil todo hubiera sido.

Mejor me dejo de lamentaciones.
Pronto volverá a caer,
y tengo que estar sin contemplaciones
preparado para perder.


Lo siento.
Chicos, no me podéis seguir.
Cada cual a su asiento.
Cada cual tiene un camino que sufrir.

Pero, lo siento.


Recogiendo los restos de la tormenta,
voy viendo mi senda en fotos.
Recuerdos mudos de todo,
que si pudieran
me gritarían,
me dejarían sordo.
Así es como debería.

Fui un estúpido,
lo sé.
Pude haber sido mejor,
lo sé.
Quise bajar el último,
lo sé.
De nada disculparse sirvió,
lo sé.
Pero, ¿qué otra cosa pude hacer?

Nada cambiará lo que ha sido.
Lamentarse por el quizás
sólo te dejará muy dolido.
Tan sólo queda llorar
por el mañana,
no por el olvido.

Sonrío, ante todo,
por no arrepentirme de nada.
Sirve de muy poco
tener problemas de conciencia
después de darle demasiada importancia.

Bueno, es lo que hay.
Esta es la vida que me he forjado.
Independientemente de adonde vais,
siempre, mis recuerdos, me habéis creado.

Raíles,
por donde andamos.
Nuestra vida son nuestros pasos.
Las personas con las que vives
son sendas que, momentáneamente,
se encuentran entre nuestras mentes.

Mi tren hace mucho que dejó la estación.
Pero mi vida se quedó atrás.
Yo avanzo hacia otra puesta de sol,
y mi alrededor
aún busca solucionar
un problema que nunca se llegó
a plantear.



Lo siento de veras,
pero me he de marchar.
Pues tú sigues negándote a ver.

Ya nada queda en los sueños del ayer
para mí.
Pero tampoco queda mucho que elegir
para ti.

 Aún así,
lo siento.
Siento que me tengas que odiar
para poder ver de una vez
la realidad.

Pero yo ya no estaré ahí para verte llorar.
Mi hombro no te consolará más.

Ódiame, si así te complace,
así ese sentimiento te ayudará
de una vez a madurar.
Si no, tú sabrás lo que haces.


Lo siento chicos,
os he dejado atrás.
Siempre intenté, amigos míos,
que me pudiesen seguir sin más
por el camino más real,
pero,
lo siento,
no puedo ser héroe de aquellos
que no se quieren salvar.

Lo siento, me tengo que marchar.
El tren no se hace esperar.






viernes, 15 de abril de 2011

Una Mano bajo la Lluvia de Abril (14-04-2011)

Hola de nuevo. Os dejo otro nuevo poema de mi cosecha para vuestro disfrute y reflexión. Esta vez, ni siquiera voy a introduciros el tema tratado. Dislumbrarlo por vosotros mismos es mucho más entretenido, aunque más de uno no piense exactamente lo mismo. Si no les importa, me gustaría saber vuestra opinión, así que comenten, por favor.


Cuánta gente sufre día a día,
cuánta pide a gritos
una mísera alegría.
Cuánta busca su sitio
en este mundo que nos parece
extinto.

Cuando la oscuridad crece,
de improviso,
surgen lucen que replican.
Esperanza en un haz fino
pero que puede hacer que rechistas
contra una realidad
a la que le somos indiferentes.

En verdad,
seguro que caminando en verso
descubres que no eres el único que sufre.
En verdad,
todos cargamos con nuestro propio peso,
que parece que nos hunde y hunde.

Caras largas ves en las calles.
Prisa y estrés.
Prisa por huir de lo que uno sabe.
Sabe lo triste que la realidad es.
Estrés por no darse cuenta
de que llorar sólo es un esfuerzo ya en balde.

Llorar ocultando tus lágrimas y penas
bajo la tímida lluvia de abril.
Pensando que tu príncipe azul de cuento
en los cuentos sólo llegó a existir.
Y replicas:
“Así no se puede vivir”

Mas yo te digo sin mentiras,
que la oscuridad sólo devora
a quien no grita.
Porque así alguien sí te podrá escuchar.

Y en el yermo de tu mente,
tras aquellos cansados zapatos que dejaste atrás,
estás tú, sin consuelo, sin quererse levantar.
Pero tan sólo date la vuelta lentamente
y a lo lejos, tras las copas verdes,
verás una mano que te intenta ayudar.

Puede que sea alto,
puede que sea flaco,
puede que sea vago
o puede que sea raro.

Pero cualquier ánimo basta
para secar cualquier lágrima.

Cualquier brisa te relaja,
cualquier rayo de sol
templa tu mirada.
Cualquier corazón
te llena, te relaja.

Llámame loco, bobo o el calificativo que más te encante,
pero me gusta que la gente
sonría por ignorante
antes que por cuerdo.

Antes,
antes de todo esto,
la gente ya lloraba.
Después,
después la gente lo volverá a hacer.

Pero siempre estarán
aquellos héroes sin capa,
que sus miradas, sin temblar,
arrasan todos los miedos del alma.

Héroes pequeños, pero héroes.
Héroes anónimos, pero héroes.
Los héroes héroes son.

Son la mano que te levanta.
Son las palmadas en la espalda.
Son esa caricia
que tanto te agrada.
Son aquella risa
que hace brillar tu mirada.

Y motiva, motiva mucho,
que aunque el mundo
esté lleno de cobardes,
por cada gota de sangre
halla una mano más que te levante.

Y ánimo. Tan sólo eso.
Y podrás mover a todo el universo.

Porque para llorar a mares
ya están las nubes.
Y para consolar tus pensamientos,
para eso
están mis versos.



lunes, 4 de abril de 2011

Anti-héroe (04-04-2011)

Esta historia llega a su final. Llevo varios poemas pensando, pensando en mi vida y su rutina; y he llegado a la conclusión de que mis problemas, todo lo que me lleva atosigando desde que se me ocurrió poner un pié en amor (y eso se puede comprobar en mis obras anteriores), todo, incluso después de dejar de amar y pasar al odio,todo ha sido inútil.

Por eso, es hora de, no pasar página, sino de cambiar de libro y librería. Es hora del cambio. No un cambio físico (no me voy a vivir al Congo), pero será un cambio de perspectiva. Y esto lo represento en este poema. Quiero explicar un detalle del mismo, como hecho excepcional, porque es importante. A modo de metáfora, he pasado de ser el "héroe", el niño que buscaba el amor y que al no verlo, se presentó como el bueno de aquella película, y ahora es el "villano", el joven que ha abandonado su antiguo ser, y siendo el malo de la película, ha decidido cambiar de perspectiva.

He decidido madurar.


Escribo y borro el mismo verso.
Una y otra vez.
Me pierdo entre mis miles pensamientos,
que parecen ponerse de acuerdo
para pensar todos y no pensar a la vez.

Escribo y borro de nuevo.
Y la hoja se llena de blanco.
Nada sale con sentimiento,
ni siquiera aun mintiendo.
No voy a dejarlo,
pero me estoy hartando.

Supongo que algo me preocupa.
Supongo que algo va mal de tanto suponer.
Supongo que suponer no es una supuesta ayuda.
Supongo que más bien suponer es volver
a creer que, supuestamente, siempre hay una oportunidad.
O eso llego a suponer.

¿Pero por qué?
¿Qué estoy suponiendo?
¿Qué puede hacer perder
a mis versos entre unos enredos
que no parecen existir?
Es como si no quisiesen llegar a vivir.

Suponer ya es un esfuerzo sin final.
Creer, una memez.
Pensar, sólo lleva a más y más pensar.
Soñar, sólo hace que el ser humano
viva engañado.
Viva sin saber qué es la verdad.

Así que prefiero hacer,
simplemente hacer,
sin pensar, sin creer.
Para poder volar,
no me hace falta fe.
Me hacen falta alas.

Duda.
Destino.
Culpa a quien te dé la gana,
pero sé que no hay cura
para la estupidez humana.

Ni para la del mundo,
ni para la mía.

Me llevo las manos a la cabeza.
Intento, en vano, alejar mis ideas.
Pero es tarde, y con osadía
invaden mi certeza.
Invaden mi conciencia.

Telarañas de recuerdos
se tejen de repente.
Miles de ellos me detienen
y me dan miedo,
me dan pena.

Tanto, por tanta nada.
Nada, para tanto.
Luché, luché, y me parece en vano.
Caí, caí, ya sin ganas
de nada.
Nada.

Pienso, pienso.
Cada idea me duele cada vez más adentro.
Pienso, pienso.
Y lo que siento,
está lejos, muy lejos.

Un yermo de cristal
que empieza y acaba igual,
con un destello plateado y gris.

Zapatos desgastados sin querer
de tanto correr, de tanto correr
tras un sueño que nunca llegué ni a percibir.

La vista cansada busca un verso
que traiga de vuelta la paz.
Pero la boca, seca, sólo llena de miedo,
sólo suelta un grito ahogado,
nada más.
¿Por qué?
Pregunta sin respuesta.
Sólo pido una explicación
a tanto, a tan poco creer.
Necesito saber
qué he hecho yo
para todo esto merecer.

Maduraré
en cuanto pueda sentar mi cabeza,
mirar atrás y de los errores aprender.
Hasta entonces, una parte de mí está muerta.
Una parte de mí desaparece
y queda oscuridad.
Una oscuridad que crece.

Pero, pero.
Me engaño si creo que esto es el final.
No lo es, ni mucho menos.
Simplemente he dicho,
en este poema entre sombras,
en todo lo que he escrito,
una nueva realidad, quizás tenebrosa.

Una realidad
donde de mis cenizas, sin reparos,
no nace un héroe,
sino un auténtico villano.

Ya no camino perdido en la noche.
Soy la noche.
Y no volveré a perderme jamás.