miércoles, 29 de junio de 2011

El Precio de un Respiro (29-06-2011)

Necesito un respiro.
Necesito tan sólo cinco minutos,
cinco míseros minutos pido.
No cuesta nada detenerse ante tal apuro.

Como aquellas películas de ciencia ficción
el tiempo se detiene, y puedo pensar,
pensar un segundo que serán un millón.
Ya iba siendo hora de parar
a ver qué leches está pasando,
porque como siempre no me ha quedado claro.

Caos y caos, miles de hechos
a la vez que me marean
y me llevan a un antiguo recuerdo,
estos que ya ves en blanco y negro.
Un susurro claro que me lleva
y me hace volver a ver eso
que pensé olvidar.

Pero no debo detenerme.
Debo seguir mi camino
o me perderé por entretenerme
en algo que el viento de lo ya venido
decidió arrebatarme sin más.

Debo, ¿pero por qué sigo mirando atrás?
¿Qué hay en ese álbum de fotos viejas
que pensé que de veras
que en mi cabeza se había perdido?

Lo único que me debería interesar
es el brillo de mi espada
al avanzar contra el futuro,
que la mirada lejana del mañana
me depara y misterio me augura.
Pero no puedo evitar mirar atrás.

Huele a tormenta a mi alrededor,
lo puedo ver.
Y, como siempre acabo diciendo,
debo estar preparado para perder.
Pero cómo a lo que viene estar atento
si detrás sopla un viento
que tan repentino apareció.


Huele a tormenta a mi alrededor,
pero eso no es nuevo.
Siempre la vida ha tenido un macabro sentido del humor.
Pero eso no es nuevo.
Nunca he visto más que un solo color.
Pero eso no es nuevo.
Siempre mi espada tiembla como mi corazón.
Pero eso no es nuevo.

Lo nuevo es esa llamada.
Ese murmullo de lo ya pasado
que sopla a mi espalda.
Y sin tener nada claro,
me giro y solo veo una brutal nada.

Pero más allá,
sí parece verse algo.
Tras aquella oscuridad tan vasta
parece verse un claro.

Es raro,
pero parece verse algo.

Extiendo la mano,
intentándola alcanzar.
Pero está demasiado lejos, demasiado.
Y me da la impresión que esa luz no me pertenecerá
jamás.

Es raro,
pero parte de mí se quiere marchar.
Es raro,
pero otra parte de mí la quiere alcanzar.
Es raro, lo sé.
Pero me es difícil negar
lo que mis ojos ven.

Necesito un respiro.
Necesito tan sólo cinco minutos,
cinco míseros minutos pido.
No cuesta nada detenerse ante tal apuro.
Y es que me siento tan perdido.

Necesito un respiro,
y unas largas vacaciones lejos de aquí.

Pero, lo sé, es mucho pedir.

domingo, 12 de junio de 2011

Dudas de un Existencialista (12-06-2011)

Siento interrumpir en mitad de la publicación de Historia de una Espada Quebrada, pero debía publicar este poema, entre la filosofía y la locura. Espero que haya quedado bien porque admito que la métrica está un poco tocada, alocada más bien (me dejé llevar, lo admito). Disfruten de este paréntesis entre la publicación de la novela.

Si acaso existiera un mapa,
tan grande,

que todo lo abarcara,
no seríamos nada destacables.
En verdad, no seríamos nada.

Ni cien mil lupas
servirían para vernos.
Ni con todas juntas,
llegaríamos a apreciar
nuestro paradero,
ese que nos gusta tanto llamar hogar.

Nuestros recuerdos.
Nuestras vidas.

Nuestros sentimientos.
Nuestras risas.

Nuestras muertes.
Nuestra sonrisa.

Nuestras mentes.
Nuestra mirada.

Nada de nada,
perdurará cuando me vaya.
¿De qué sirve entonces
una simple mota de polvo ser?

El ordenador no me dará la respuesta.
Los libros callan sus pensamientos,
ante una pregunta como esta.
Y sus letras caen al suelo,
sin decirme siquiera.

Las gentes ignoran
mi pregunta.
Al vacío la arrojan,
pensando, no sin dudas,
que si no hay  nadie que la oiga,
nadie quede que la discuta.



Pero sigue en mi cabeza.
Miro al cielo,
y se me escapa la certeza.
El azul del lienzo
de nuestro mundo gris
devora mi razón de vivir.

Duda.
De nuevo, ese sentimiento
que siempre se me cruza.
Siempre despierto
en la realidad más cruda.
Pero, ¿por qué tan falsa me parece?

Harto de buscar y hallar,
me tumbo en el verde césped
a descansar.
Admiro las nubes, tan lejanas.
Las envidio porque no les hace falta pensar.
Las envidio porque pueden volar.

Pasa el reloj, y nada.
Simplemente, espero.
Quieto, mientras las nubes pasan.
Vienen y van, mientras desespero.
¿Quién me sabe responder?

Ah, desisto.
Nadie sabe qué decir,
cuál es la razón para vivir.
Nos creemos muy listos,
pero no hay ni uno que lo sepa.
Da igual que muchos lo crean.

Mente en blanco.
Y adiós existencialismos.
Sin nada claro,
insisto
en no pensar nada raro.

Nubes. En ellas me concentraré.
En sus formas y sus vuelos.
Se mueven felices, y veo
que es lo que querría ser.
Querría ser nube para no pensar.
Para solamente volar.

Pero, claro, eso daría igual.
La duda existencial volvería.
Y me carcomería
aún sin reflexionar.

Y en verdad, siempre nubes hemos sido.
Siempre los vientos del destino
nos llevan sin preguntar
sin nos queremos marchar.

Pues, ¿quién recordará
que la nube con forma de pez
se fundió con la de caramelo?
¿Quién verá más allá del velo?
¿Quién?

Bah, así la vida es y será.
Somos un puñado de nubes carentes de verdad,
moviéndonos por el infinito cielo
del tiempo.

Me río.
Me río ante todo.
Me río por haber perdido.
Me río por bobo.

Mis tonterías de existencialista
me han hecho llegar tarde a casa,
y aunque la cena aún no está lista,
es hora de volver
y dejar el libro de las preguntas
para la última vez.
Una vida después,
creo que me lo volveré
a preguntar.

Pero hasta entonces
mejor vivir sin motivo
que morir
con una razón que de nada me habrá servido.

domingo, 5 de junio de 2011

Historia de una Espada Quebrada - Capítulo 1

    Frío. Siempre hacía frío en el pueblo de Rivera. Daba igual la estación, verano, invierno, primavera u otoño, siempre soplaba un gélido suspiro por todo el valle que contenía al pueblo y su tímido río. Daba igual si era de día o de noche, porque el frío era el mismo: y eso que ya era medianoche. Nunca nevaba, pero no le faltaba muy poco para conseguir una nevada eterna en el valle. Y como siempre, los lugareños de Rivera, o descansaban en sus cálidas casas de madera, protegidos bajo las brasas, o en la Taberna del Ojo Loco, la posada-bar de copas de Rivera, lugar de borrachos agricultores, o aventureros perdidos en el Reino Rojo.
    
    Como de costumbre, las únicas luces a esas horas de la noche eran las de la taberna, y las únicas voces, las de los bebedores clientes y las de los lobos de la lejanía. Soledad helada en una noche tan poca amable. Carente de vida, si no fuera por la extraña figura envuelta en ropajes negros como el firmamento de aquella medianoche. Sus pasos, erráticos, tenían, al parecer, como destino la concurrida taberna.
   
     La figura no tardó mucho en alcanzar el viejo portón de la taberna, el cual abrió con un golpe seco. Media taberna le miró inquisitiva un lapso de tiempo, que tan rápido cambió a indiferencia como llegó el aventurero. Se aproximó a la barra, dirigiéndose directo al posadero, un hombre cuarentón de barriga cervecera, calvo y de rostro amigable. Este reparó enseguida en el visitante de negro, al cual le dedicó una sonrisa; la única que apareció en toda la taberna al reparar en su presencia.
  
    -¡Pero mira quién tenemos aquí!- soltó el posadero a modo de saludo-. Si es mi viejo compañero de batallas Leu. Había oído hablar de tu muerte en la batalla de la semana pasada cerca de las montañas, en la frontera, pero veo que se volvieron a equivocar, ¿o no, viejo amigo?
  
    -Hola, Bob- saludó Leu, en tono neutro, casi por obligación y sin gana alguna-. Sírveme lo de siempre, por favor.

  -Claro hombre, ¡y a la primera invita la casa, como siempre!

  Una cerveza rodó hasta en frente de Leu. Cálida y colorida.  Sin dudarlo, Leu la agarró y vació en un suspiro.

  -Y dime Leu, ¿qué tal tu último trabajito?- preguntó Bob, entre  la curiosidad y la ironía-. Supongo que no habrá sido tan rápido como los demás, si han circulado por el pueblo rumores sobre tu muerte…

  -Trabajo dices…- murmuró Leu, perdido en sí mismo.

  Bob lo miró dubitativo un segundo, pero enseguida esbozó una cordial risa, ronca y grave.

  -Ya sabía yo que tú ibas a la guerra por algo más que la paga de soldado… por algo no te apodas el Rebanador- se giró al resto de la taberna-¿¡Verdad, chavales!?

  Grandes vítores salieron de la concurrida sala, entre brindis y halagos carentes de sentido, gracias al milagro del alcohol. Leu parecía ajeno a todo aquel alboroto, porque no se inmutó ni lo más mínimo. Simplemente, se limitó a observar su jarra de cerveza vacía, vacía como su mirada.

  -Ajajaja- rió Bob tras apaciguarse el griterío-. ¿Me equivocó o qué? ¡Leu Humass el Rebanador, soldado del glorioso Reino Rojo, el terror del campo de batalla! Si hay alguien en esta sala que disfruta con la muerte, ese eres tú, amigo.

  Leu no respondía, absorto en sus pensamientos…

Y toda esa sangre derramada
por mi voraz espada,
¿para qué?

Yo te diré para qué.
Para absolutamente nada.

-¡Vamos, Leu! ¡Anímate! Esta noche feliz te la debemos a ti. A saber cómo andaríamos si no llegas a estar en aquella batalla y el ejército celeste hubiese llegado a Rivera. ¡Pero para eso estás! ¡Para matar a esos bastardos, por lo menos…!

¿Bastardos… por lo menos?
¿Eran bastardos todos
los que clemencia me pidieron?
¿No merecían como poco
disfrutar de todo esto?

En qué nos hemos vuelto…
En qué me he vuelto…

-¡…por lo menos, a mil o más! ¡Es lo que se merecen esos perros! ¡Rebanados, sí señor! ¡Porque tú, Leu, amigo, eres el glorioso Reb…!

No llegó a terminar la frase. Leu le había agarrado velozmente la garganta, y con un rostro neutral, pero rebosante de furia, había desenvainado su espada, que había estado oculta entre sus negros ropajes. Toda la taberna enmudeció al unísono. Bob, a su vez, empalideció y balbuceaba sin parar.

-¡L-Lee… amigo! –conseguía decir a la vez que trataba de respirar-. Cálmate… anda… sólo era… era una bromita de nada… suéltame… ¡qué me sueltes he dicho!

El rostro de Leu se oscureció, y sus ojos se cruzaron con los de Bob. Y este pudo ver la mayor ira y rencor contenido que jamás había visto o llegaría a ver. Un miedo garrafal recorrió todo el cuerpo del pobre posadero. ¿Quién era aquel demonio que una vez fue su amigo y compañero de armas? Bob fue a decir algo, pero la súbita voz de Leu lo paró en seco.

-Los verdaderos bastardos son ustedes, panda de sanguinarios sin corazón. En las montañas no yacen los cadáveres de perros salvajes o monstruos. ¡¡¡Son seres humanos que sientes, sufren y lloran como tú, maldita rata gorda!!! ¡¡¡Jamás perdonaré a aquellos que han dejado que el fin del mundo llegase!!! ¡¡¡Ni a ustedes, ni a mí mismo!!! Pero le pondré fin…

-L-Leu…- trató de decir Bob- ¿Qué te ha pasado? ¿Qué ocurrió en las montañas? ¿Por qué no…?

Nunca nadie sabría el final de esa frase. El puño de Leu golpeó la cara de Bob, que acabó derribado en el suelo. Inmediatamente, varios comensales se levantaron contra Leu, espadas en mano, pero él fue más rápido. Ni un segundo pasó hasta que cayeron al suelo, inertes. La silueta de Leu se difuminó y como un rayo, abandonó la taberna. Sus pisadas cubiertas de sangre se perdieron casi al instante en la madrugada. Algunos salieron en su busca, pero los que no le encontraron a él, encontraron la muerte poco después.

Bob se incorporó, dolorido y estupefacto. ¿Qué demonios había ocurrido en la batalla de las montañas para que Leu hubiese hecho tal cosa? Él, el héroe del Reino Rojo. ¿Por qué?

La sombra de Leu abandonaba el valle rápidamente. Aún con la espada manchada en mano, corría veloz, siguiendo hacia el sur el río que partía del pueblo. Sus pasos aún estaban teñidos de rojo muerte, igual que su mirada, igual que su espada.

¿Para qué,
dime?
¿Para qué?
Esto jamás lo quise…
Jamás…

viernes, 3 de junio de 2011

Historia de una Espada Quebrada - PRÓLOGO

Y todo será oscuridad y nada.
Todo entre nieblas,
densas y tétricas,
como aquella larga mirada.
Larga, pero sin nada.

Cae la noche y su manto.
Cae el cielo azul
y deja paso a destellos estrellados.
Cae el día y su gratitud
ante la luna y su cantar.

Oscuridad.
Niebla.
¿Ves algo más
aparte de esta
estúpida idea?

Soldado.
Guerrero.
Por mil batallas, caballero.
Da igual los halagos.
Cuando el fin del mundo llegue,
dará igual.
Dará igual, créeme.
Pues esta espada quebrada te comprende.

Pero dará igual.

El dolor mueve la guerra,
la guerra, la violencia,
la violencia, la pérdida,
la pérdida, el olvido y más guerra.

Dará igual.
Porque aunque mi espada
descanse por siempre,
otros levantarán
la mirada de la venganza,
dará igual que me arrepiente.

Todo volverá a empezar.
Fuego, fuego, con o sin querer,
el mundo devorará.
Y mil batallas después,
te lo volveré a preguntar.

¿Lo puedes oír?
¿Seguro que sí?
¿Sí?
Ahora entiendes.

Abre las ventanas.
Escucha el viento.
Con ganas, oirás por un breve momento
cómo se desgarra
el mundo entero.

Odio y dolor
carga el alma humana.

¿Honor?
Desde el Medievo no oigo hablar
de tan cualidad
tan vana.

Espadas alzarán el vuelo.
Tantas como se alzaron antes.
Mi pequeño esfuerzo
sólo hará más grande
mi remordimiento.

Dará igual
el sudor de mi frente,
mi solitaria lágrima.
Dará igual.
De qué sirve tener tanta audacia.

Soy sólo uno contra todos.
Ni yo apostaría por mi victoria.
Por bobo,
perdí lo que más quería.
Ni yo lloraría
por una batalla siempre perdida.


Olvido, llévame.
Dime de qué puede servir sentir
en un mundo lleno de polvo.
En un mundo sordo
a todo vivir.

Intenté continuar,
lo sabes, aunque no me quieras creer.
Pero, por mucho que lo pude intentar
mis lágrimas no me dejaron ver
nada más allá
de mi propia espada,
quebrada.

Olvido, llévame.
Y si no lo haces,
dame un motivo para levantarme
una vez,
sólo una última vez.
Tienes que darme
una razón para no querer
desaparecer.

Olvido, ¿qué has decidido?

Olvido…


(…)


Je, que así sea.
Esta espada
aún le queda una última palabra
que desea
decir al mundo:

“¡Púdrete en el infierno, mundo,
pero no antes de dejar acabar
a este quebrado moribundo!”

Y ahora me toca levantar.
Esto no ha terminado
ni lo hará.
Ojalá estuviese equivocado.
Pero nunca será,
nunca,
más que un simple ojalá…
Y te lo puedo asegurar.

Nunca.

Historia de una Espada Quebrada - Presentación

Bueno, hoy, primeros de junio, estreno mi "nueva temporada", si se le puede llamar de esa manera. Como ya dejé claro con anterioridad, he dejado a la poesía autobiográfica, y dejo paso en este blog a otros trabajos. Pues bien, he aquí el primero de muchos, espero: "Historia de una Espada Quebrada", una novela que inercalará verso con prosa en una historia de caballeros: la historia de arrepentimiento y oscuridad de Leu Humass, capitán del ejército del Reino Rojo, en guerra con la Nación Celeste, la Gran Guerra del Fin de los Tiempos. El protagonista vivirá, a través de sus pensamientos y vivencias, una reflexión sobre el odio, la venganza y el propio ser humano, mientras busca un sentido a su vida en medio del fin de todo.

Es una novela algo oscura, pero que entraña mucho más de lo que aparenta. La narración intercala los pensamientos de Leu, en verso, con los hechos, en prosa. A continuación, tienen el prólogo de la novela. Espero que les guste. El próximo capítulo se publicará en una semana, en fin de semana. Gracias por su atención.