domingo, 4 de diciembre de 2011

Quebrado (04-12-2011)



Viento.
Arena y ceniza.
No muy lejos del tormento.
No muy cerca de la vida.

Rompe la corriente
los antiguos moldes de papel
que antes ordenaron mi mente.
Pronto, ¿algo quedará tras tanto llover?
¿Algo quedará al amanecer?

La brisa arrastra las hojas de este libro
cuyas páginas jamás quise vivir.
Arden sus palabras de niño,
a la vez que las vuelvo a escribir.
No me atrevo a leer
por miedo a caer.

La noche se cierne sobre los caídos.
Los alza,
pero ya no son los mismos.
Como muertos sin alma,
avanzan pero sin corazón.
Porque ya no es lo mismo.

Mi mano atraviesa la tierra con estupor.
Me levanto, destrozado.
La tumba de hierro quebró.
Este caminante, cansado,
ha vuelto a la perdición.
Ha vuelto sin corazón.

La mirada de la noche
lo que queda corrompe.

Y yo, abandonado,
de tanto llover me quedé sin voz.

Con razón,
las páginas vuelan a mi alrededor.
Condenado estoy
a morir por un eterno atardecer.
Y el peso de miles de actos,
pronto me harán ceder.
Si tras el horizonte atravesar
me merezco paz,
dime qué debería ser.

Acaso fue lo debido.
Las miradas me envenenan,
mientras sigo el único camino.
Pues cargo todas las almas en pena
en esta noche de los caídos.

Esa palabra que nunca te dije.
Esa mirada que en tu espalda se perdió.
Esa sonrisa que en mi reflejo murió.
No sé cómo darte lo que mi corazón me pide.
No puedo escucharlo con tanta desolación.

Alzo la vista,
trato de alcanzar esas estrellas
que se ocultan tras la brisa.
Se desvanece, pierdo su estela.
Y mientras,
sólo avanzo
cuesta abajo.

De veras
que jamás dejaré de extender mi mano,
tratando de llegar.

Viento.
Arena y ceniza.
Me pierdo en miles de cuentos.
La moraleja no me causa una sonrisa.
El final, mejor ni lo comento.

Con razón,
las páginas vuelan a mi alrededor.
Con el rostro apagado,
retrocedo sin querer.
Los cuchillos vuelan sin sentido,
mientras cargo sus miradas,
en esta noche de los caídos.
Condenado estoy
a morir por un eterno atardecer.


Si tras el horizonte atravesar
me merezco paz,
dime qué debería ser.
Porque no lo veo ni aparecer.
Condenado estoy
a morir por un eterno atardecer.

No lo soporto.
Quiero gritar.
Desgarrar el cielo,
y romper si más
mi propio reflejo.
Romper esta hoja de cuentos,
y quebrarme de una vez.

Quiero correr,
sin esa pesada carga.
Quiero poder querer.
Lejos de este muerto sin alma,
lejos del caminante, quiero ver
que no todo o es negro
 o no es.

Ojalá todo fuera tan fácil.
Ojalá mis palabras fueran algo más que eso,
palabras que el viento
destrozará, pues es hábil
en sueños enloquecer.

Pero más allá,
sólo la noche me espera.
Aguarda mi llegada.
No me rendí,
sin más,
pero sé que nada queda
para mí.
Ni al principio ni al final.

En esta noche de los caídos,
condenado estoy
a jamás perder la esperanza.
A buscar cuando no hay un mañana.
A luchar por nada.
Sólo oscuridad
me aguarda.

En esta noche de los caídos
condenado estoy
a no dejar de caer.
Condenado estoy
a morir por un eterno atardecer.



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