Me
he quedado sin palabras.
Escribo
otro verso,
sumamente
repetitivo.
Me
he quedado sin alma,
fragmentada
en el infinito
de
los recuerdos de un extraño.
No consigo
escribir nada coherente.
Borro
y borro los versos,
una
y otra vez.
Miles
de ideas perturban mi mente,
pero
no soy capaz de plasmarlas bien.
Un
continuo malestar,
la
sensación de que algo no marcha como debiera ser.
Mientras
quiero estallar,
en
el fondo, me siento atado,
encadenado
a los errores de un casi ajeno pasado.
Aquí
no hay sabios que te guíen fuera de la caverna,
no
hay imperativo que puedas categorizar.
En
lo más oscuro del túnel,
la
luz no puede llegar.
Destrozado,
sobre las vías del viejo tren,
no
permitía falsas esperanzas,
mientras
reluce una coraza de hierro oxidada.
“Destino,
¡no me hagas reír!
Ni
tus cadenas pueden a la vida devolverme”
Y
sientía el curioso deber
de dejar
quebrar mi espada.
¿Lo
ves?
No
hay coherencia.
Divago
sin sentido,
ebrio
de locura,
amargas
cenizas de pena.
Preguntas
sin respuestas.
Sólo
respuestas inventadas
a preguntas
nunca formuladas.
Convertido
en cenizas,
el
frío suelo no parece estar tan mal.
¿Lo
ves?
Ya
no soy el hombre que vivió mis recuerdos.
Versos
sin sentido se acumulan,
por
intentar hablar sin saber mi lugar.
Lejanos,
ya no me pertenecen.
Lejanos,
perecen.
Sin
lugar a duda.
En el
eco del túnel se han perdido mis palabras.
Bajo
el cobre, divago solitario,
ebrio
de locura.
Reluce
una coraza de hierro oxidada,
que
oculta, sin sentido,
los
restos del olvido.
Y
del pasado, sólo queda esa triste sinfonía.
Pobres
cenizas de amargura
No hay comentarios:
Publicar un comentario