miércoles, 8 de agosto de 2012

Blanco o Negro

De modo que así andan las cosas... vaya.  Me hace gracia... supongo porque es sumamente irónico, como sacado de una novela comercial barata. Algo que se presenta tan irreal que, a la vez, en realidad es tan cotidiano como los ciclos estacionales. Supongo que, a pesar de todo, el ser humana siempre acaba por crear polos opuestos en todo lo que lleve su estigma. Aunque eso conlleve a destruir la ilimitada gama de tonalidades grises, ¿de verdad que todo tiene que ser blanco o negro? Por mucho que digas en contra, en el fondo, todo se resuelve a pares... blanco o negro.

Lo que quiero decir es que, igual que ocurre en todo lo demás, cada uno hemos adoptado nuestra versión de los hechos, mundos relativos donde los acontecimientos han tenido significados diferentes, e incluso, desenlaces opuestos. Y de manera análoga a la concepción ontológica de Platón, la famosa distinción de los dos mundos, Inteligible y Sensible, Realidad y Copia, nos hemos visto atrapados en nuestra respectiva versión. Sin embargo, aquí me surge un interrogante, interrogante que llevo tratando de discernir mucho tiempo, y por eso ando enredado en asuntos tan lejanos en el tiempo. Porque siendo esto una analogía con esa dualidad platónica, ¿qué versión de lo que ocurrió es la Realidad y qué versión es la Copia? ¿La mía, o la tuya?

Blanco o negro, querida. Siempre ha sido así, ¿verdad? Es tan rematadamente típico que me cuesta admitirlo. Quién resulta ser el errado y quién la víctima de sus equivocaciones. Quién debe perdonar a quien,.Quién debe arreglar el estropicio. Quién debe darse cuenta de lo patético que ha sido. 

Yo no sé la respuesta correcta a tales preguntas. Siendo directo, quien diga que las tiene, es idiota. Pero, ¿sabes de que me he dado cuenta con tanto leer y escribir? Que me da lo mismo qué respuesta sea la correcta. Por lo que, adelante, eres libre de adjudicar la verdad, de decidir qué o quién, desechar la copia equivocada y coronar la restante versión como correcta. Eres libre de decidir quién es el inocente y quién es el villano de esta historia.

Por lo que a mí respecta, simplemente estoy tan harto y cansado que no puede importarme menos el resultado final. Si acaba resultando que el imbécil errado de la historia soy yo, ¡pues que así sea!, no me opondré a ello. Y si acaba resultando otra cosa, ¡pues que así sea también! 

¿¡Qué más da!? Todas y cada una de las hirientes y afiladas acusaciones, todos y cada uno de los desacuerdos, todas y cada una de las decisiones... ¡TODAS no son más que patéticas palabras! Vacías y endebles, hipócritas y egoístas, tanto que se precipitan por sí solas al abismo que nos separa, sin poder nunca alcanzar la realidad. ¿¡Acaso qué valor tienen a ras del suelo!? Es sencillo: NADA. ¿Y cuándo llegan los hechos? Silencio... sí, buena respuesta. ¿No te resulta irónico que yo diga estas palabras? Porque efectivamente lo es. Viva la ironía.

...

Después de que se me haya ido un poco la cabeza (¿un poco?), creo que va siendo hora de terminar esta reflexión personal. Buenas noches.

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