jueves, 31 de enero de 2013

Un sueño en un espacio euclídeo

Hoy, en clase de Cálculo Diferencial, durante uno de los típicos "monólogos" que improvisa nuestro profesor entre explicaciones, tuve un extraño sentimiento; un sentimiento incómodo, realmente incómodo.

Estoy cursando el primer año del Grado de Física, y aunque empecé bajo el reinado de la desidia, he decidido ponerle más empeño al mis estudios (sí, es fácil de deducir que soy vago crónico). Me fascina cada nuevo tema que damos, cada aplicación que trabajamos, cada herramienta matemática que copiamos de la pizarra; realmente adoro esta disciplina. Por supuesto, no sólo por fascinación decidí elegir esta carrera universitaria: tengo un sueño.

Quizás sea más ingenuo de lo que aparento; quizás sea que prefiera no pensar al respecto. El caso es que, en ocasiones, esta fascinación cesa, y me encuentro en una sala llena de estudiantes, números y teoría, sentenciado por ese "sentimiento incómodo". Al oír hablar al profesor de los grandes genios matemáticos de la actualidad, como Tao, quien resuelve cuestiones aparentemente irresolubles en el campo de teoría de números, con teoremas que prácticamente hace cuando está aburrido; o de Gauss, o de Lagrange, o tantos otros. Al oír hablar de ellos, me recae ese sentimiento, y me pregunto: "¿Seré capaz de llegar hasta ellos, o simplemente acercarme? ¿Seré capaz de ser un genio?"

No sé si ese sentimiento es miedo, un efecto secundario de la desidia, o un aviso de la realidad, pero a veces, muy a veces, me pregunto si podré cumplir ese sueño.

Tengo un sueño: quiero que mi nombre sea recordado, en los libros de Física, por siempre.

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