Siempre he odiado las esperas.
Tu turno aguardar
para poder conseguir aquella sonrisa
sincera.
Llorar de felicidad al apreciar que es
real.
Los sueños se cumplen al azar,
con capricho inmaduro.
Odio esperar a que el mundo
decida qué hacer sin más.
No tengo una vida entera
para poder aguardar la eternidad.
Quiero poder tomar las riendas
de los hilos del maldito destino.
Quiero murmurar al oído
esos versos que siempre me suelo
inventar.
Quiero no arrepentirme una vez haya
vivido,
estar orgulloso al fin de mi reflejo.
Por qué esperar impacientemente
a que por fin caiga del cielo.
No tengo tiempo para juegos.
No tengo más que un suspiro realmente
para poder apreciar el sabor del
firmamento.
Llenar de flores mi mente.
Poder devolver un “te quiero”.
Odio esperar y anhelar.
Porque no quiero contentarme tan sólo
con imaginar.
Fuera de la trampa del ensueño,
en la cromática realidad,
ahí es donde habitan los dulces
sueños,
entre las nubes y el suelo.
Te haré tangible, te haré real.
Despertaré una mañana,
y como si hubiera vuelto al sueño,
retornaré a la felicidad que se mece
entre tus dedos.
Al fin seré yo mismo, tras tu mirada.
Te haré real, bella dama,
no aguardaré jamás
al devenir que nunca se decide a
cambiar.
Como la más bella melodía,
serás las notas que me harán llorar de
felicidad.
Y yo, impaciente de aguardar,
te haré real.
Los sueños se cumplen al azar,
con capricho inmaduro.
Odio esperar a que el mundo
decida qué hacer sin más.
No esperaré, tan sólo pienso correr
tras el veloz firmamento.
Quiero teñir de colores el amanecer,
y entre tus labios color cielo,
te haré real,
dama de mis dulces sueños.
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