Para qué, ¿verdad?
El telón cae,
mientras los aplausos acaban por
callar.
Ya nada puedo decir de este desastre.
Para qué, ¿verdad?
Esas locas historias de mi cabeza
se han rendido ante la ironía.
Sonrío, de veras.
Más vale esto que mil suspiros de
melancolía.
¿Cuántas veces lo habré dicho?
Da lo mismo a estas alturas.
Creo que es mejor no poner en
entredicho
el final de esta pésima aventura.
¿Mal escritor? Sí, lo admito.
Y a pesar de la culpa,
brilla el sol de mediodía.
Porque esas sombras sólo en mi mente
existían.
Nada de historietas de buenos y malos.
¿A quién le importa?
Nada de vivir en el recuerdo lejano.
¿A quién le importa?
Para qué tantas vueltas si el sol
nunca paró de brillar.
Para qué, ¿verdad?
Y a pesar de la culpa, ya no pesa en
el destino.
Tiro los libros al suelo,
las estanterías llenas de recuerdos,
mientras dejo pasar ese haz de luz,
bello pero fino.
Gris u oscuro, da lo mismo.
El color sólo es una mísera longitud
de onda.
Para qué necesitas más, ¿verdad?
Ah, esa hermosa esperanza.
Entre las montañas de momentos
olvidados
puedo verte brillando.
Quién tuviera en sus manos ese
destello de plata.
Con tus cabellos, con tus labios entre
magenta y carmesí.
Con esa sonrisa de damisela que haría
a ese caballero feliz.
Ah, esa esperanza de mis sueños,
no te conviertas en expectativa.
Independientemente del color,
independientemente del tiempo,
no daré la batalla por perdida.
Haré que ese fino haz se convierta en tu
sonrisa.
Y mientras caen como pilares quebrados
los recuerdos cruelmente amontonados,
ya no siento esas cadenas tirando de
mí.
Gris u oscuro, qué más da.
Esas sombras nunca existieron.
Esa luz tras los miles de tomos
viejos,
eso es lo que realmente quiero.
Para qué necesitas más, ¿verdad?
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