Es irónico cómo puede acabar el día.
Es irónico cómo el viejo pasado
se vuelve suavemente ceniza.
Me levanto, y dejo de apreciar el
cielo.
Y a ras de suelo, he aquí el yermo.
Dejo de perder el tiempo,
porque no hay tiempo que gastar.
Finalmente, nada acaba como empieza.
Nunca se cumplen los versos
en este mundo de tristeza.
¿De verdad uno puede esperar
un final feliz con fugaz beso,
como esas películas en blanco y negro
y música de otro lugar?
Curioso, pero ciertamente,
las llamas se llevaron el color
de este páramo.
Quizás sólo esté en mi mente,
Quizás no tenga claro qué es real.
Tal vez, simplemente,
la verdad se pudre como esta tierra.
Lenta pero suavemente.
Pero es irónico, ¿verdad?
Y he aquí el yermo,
devastado.
Triste, sí, pero indiferente.
Sin color, sin llanto.
Seco por fuera y por dentro.
Tan sólo devastado,
ni pena ni felicidad.
El resto, el viento se lo llevó.
Y no sopla esa leve canción
que tormentosamente
sacude lo que queda.
La tierra seca desaparecerá
muy seguramente.
Vaya pena.
Es irónico, ¿verdad?
Porque la historia
hace horas que ha acabado.
Porque ya ni me da pena,
ni me importa.
Porque, una vez cerrado el libro,
¿qué queda que pueda seguir
lo que fue escrito?
Las viejas hojas componen el suelo.
Pero ya no queda nada que escribir.
Los fuegos quemaron el mañana,
¿qué queda cuando una historia se
acaba?
No quiero sumar al mundo en tus
llamas, querida.
Tras el punto y final, la frase nunca
avanza.
Y si quieres otra vida,
mira este yermo,
y quédate con las ganas.
Mis versos ahora son radiactivos.
Mutan y deforman la poca realidad.
Cuánto daño hace el fuego de tus
palabras,
cuando no sabes ni qué digo.
Y sigo sin querer sumar al mundo en
tus llamas.
Te diría que te molestaras una simple
vez
en tratar de entender.
El yermo. La ironía. Tus palabras.
Sin embargo, tan sólo digo, ¿para qué?
El fuego cayó porque no sabías lo que
hacías.
Bueno, en verdad, sigues sin saber.
¿Ves ahora bien el yermo?
Por eso no puedo continuar.
Es irónico, ¿verdad?
No quiero nada más de tus palabras,
que suavemente me inundan.
No quiero sumar al mundo en tus
llamas, querida.
Tras el punto y final, la frase nunca
avanza.
Y si quieres otra vida,
es que no entiendes nada.
Busca lejos, por otro lado.
Y he aquí el yermo,
el viejo pasado
a ras del suelo.
Si miras bien, entonces puedes dejar
esta batalla.
Porque, ¿qué mundo te queda por
arrasar?
Un libro quemado no dice nada.
Por eso no puedo continuar.
Nada sigue al punto y final.
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