Suavemente, termina lo que empieza.
Las luces cierran su mirada
y todo, todo queda a la izquierda
del punto y final.
Resoplas, melancólico,
te hundes en tu silla, sonriendo.
Y aplaudes por dentro,
rememorando la aventura,
y no puedes evitar esa sensación
que cae en forma de gota.
Emoción que palmo a palmo,
recorre tu mejilla.
Su brillo recoge cada segundo, cada
hora,
cada detalle de ese hermoso cuadro.
Cada maravillosa vista,
cada horizonte del verde prado.
Ah, cuántos sentimientos recorren tu
pecho.
Un torrente que fluye entrópicamente.
Cuánto calor despide tus recuerdos,
que nutren la más bella de las salas
de tu mente.
Miles de fotogramas, que cubren ventanas
y paredes.
Ni un rayo que empañe toda la ternura
y el color
que despide este firmamento .
Sentado quedas en mitad de todo,
rotando alrededor miles de mundos,
atados por una sonata dorada
que ronda cada esquina de tu mente.
Se torna en galaxia, y en medio,
entre la nada,
acordes cargados de atardeceres.
Pero, ah, cuántos sentimientos
recorren tu pecho
uno por cada nota que te inunda,
que te transporta a cada uno de esos
momentos.
Escrita por sí sola, no se apaga
nunca,
sonará siempre, dorada y dulce,
eterna, eterna sonata.
Casi puedes ver el pentagrama,
volando contigo sobre el infinito
océano.
Casi puedes notar el batir de sus
alas,
su estela pasar entre tus pasos,
su música elevarte al cielo.
¿No es hermoso?
Tanto color encierra una sola lágrima,
una sola imagen oculta un mar de
recuerdos.
Y bajo el cálido atardecer, onírico,
culmina la melodía de toda una
historia.
Y abres los ojos, y la aventura se
resumen en un instante.
Y abres los ojos, y la emoción ahoga
tu mirada.
Abres los ojos, y las notas se
escriben solas
en una eterna y dorada sonata.
Es hermoso, ¿verdad?