sábado, 26 de noviembre de 2011

Anuncio de Fin de Temporada Lírica

En fin, otra más acaba. Otra vez el cambio llega. Otra vez, algo acaba y algo empieza. Qué puedo decir, el pasado muy muerto está, y sólo el cómo continuar me preocupa ahora. Para simbolizar eso, procedo a anunciar que en breve subiré al blog, para el gusto de todos mis lectores y no tan seguidores, mi segundo libro de poemas "Cartas a una Cometa Extraviada", donde podrán leer mi última etapa en mi vida, ante todo, variada.

Este libro irá dedicado a la persona que me dio la razón de escribir, amar y llorar en estos últimos tiempos, y que sirva como un último vistazo al pasado, para olvidarlo. Porque nunca hay marcha atrás, ¿verdad?

A continuación, seguiré la publicación habitual.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Para qué, Caminante (24-11-2011)




Aguarda, noche.
Ya regresa tu paladín.
La luz me ha quemado,
sólo me usó porque se quería divertir.

Alma,
encierra el olvido.
Desarma mi espada,
hasta que no quede nada vivo.
Total, si siempre volverá a llover.

Recuerda
sólo que una vez fuiste feliz.
Porque de resto, tiembla,
porque sólo dolor hallarás
donde una vez creíste ver felicidad.

Olvida.
Pues nada hay en tu memoria.
Busca lo tangible en la vida,
y no mueras antes de hora.

¿Ves eso?
Es oscuridad.
La recompensa del verano,
tras buscar nubes sin pensar.
El cielo está despejado
y antes tenías donde aterrizar.
Ahora, piérdete en el cielo
y busca lejos de mi velo.

Cómo olvidar
algo que fue tan real.

Cómo volver
a mirar sin esa llama.
Cómo, no lo sé.
Pero eso lo descubriré mañana.

Cual castigo,
el peso de lo que es
cae tal y como digo.
Y lo que fue,
que se lo lleve el olvido.
Para qué ver
que estás perdido.

En fin.
Esto es rutina
en la vida del fracaso.
Digan lo que digan,
sé que he acabado
escribiendo en vano.

Porque,
si uno escribe feliz,
y ya no lo es.
¿De qué ha servido?
No respondas,
ya lo sé.
Para qué.
Para qué.

Caminante,
no hay más camino que la noche.
Y bajo sus estrellas, bajo el gran orbe,
sé que me he perdido como lo hacía antes.


Para qué los recuerdos,
si sólo traerán más lágrimas.
Para qué el olvido,
si sólo traerá más olvido.

Supuse que al final,
en el fondo del lago,
estaba lo que siempre quise encontrar.
Simplemente y en vano,
sólo me acabé por ahogar
en aquella corriente fría,
que decía
pero no sentía.

Largaos, nubes,
sueños rotos del cielo.
Engañáis y hacéis que dude,
pues en el fondo, lo que quiero
tras tanto tormento no aparecerá.

La felicidad
yace siempre presa.
Siempre esperé sin más
que la cometa
nunca se llegara a soltar.
Mas su cuerda,
de fino cristal,
una simple brisa pasajera
acabó por destrozar.
Y por ahí se aleja,
y no volverá.
Lo sé sin más.

Para qué lloro.
Si cada gota derramada
caerá en saco roto.
Mil y un versos
han muerto para nada.
Mil y un besos,
para ti nunca fueron nada.

Tus palabras, vacías.
Simples garabatos,
que nunca llegaron
a tener valía.


Un sable de escarcha,
profundo y helador.
En un instante,
todo para mí terminó.
Y de ahora en adelante,
no sé que me deparará el mañana.
Pero sé que no estarás tú.

Para qué sufrir engañado.
Porque de los dos,
sólo uno sonreía de corazón.
Y tú, maldito reflejo destartalado,
nunca supiste la razón.

Ya da igual.
Para qué.
Nunca me llegaste a amar.
Ni siquiera a apreciar.
Ni lo llegaste a intentar.

Caos sin fin.
En un segundo,
poco pude decidir.
Mas en mi mundo,
mi fuerte mano
decide si quiero partir.
Y además mandar al diablo
lo que no se decidió ni a ser
ni a parecer, ni a sentir.

Sin más, caminante.
Los sueños nunca se cumplen.
Y entre tu imaginación,
me corrompes.
Horror.
Ya llega el final del horizonte,
sin compasión.

No creas, no lo intentes.
Dame la espalda, pero no me reproches.
Es imposible matar a quien corazón ya no tiene,
te lo dice alguien que de la noche
viene.

Y entre mucho dolor y un último te quiero,
desaparezco suavemente.
Y en mi boca con mucho esfuerzo,
un hasta siempre por siempre.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Si no te importa, te quiero (21-11-2011)



Baila,
la música hoy manda.
Pronto, el escenario cederá,
y empezará
la hora que no va a acabar.

Al son del blues,
cañero y a la vez medio loco,
sólo recuerdo aquella silueta
que danza en mi mente inquieta
hasta el final de cada solo.

Belleza,
¿quieres acompañar al tempo
a este caballero
de poca barba?
Armado sólo con mi guitarra,
espero que no me lo pongas fácil.
Pero difícil tampoco.

De re a la, pasando por el sonoro mi.
Cada nota, inspira a la inspiración
para seguir.
Besos entre las corcheas.
La mano baila y tararea.
Y mi voz, amarga pero densa,
busca que la tuya la venza.

Los focos tiemblan.
La multitud fantasea
con luces y demás mierdas.
Perdona mi lenguaje,
pero un bluesman no se corta
ni con el detalle.

Y si no te importa,
cada nota te voy a dedicar.
Porque sí.
Porque no tiene explicación.
Me fascinas cual solo, muñeca.
Olvida, y tan sólo canta.
Yo pongo el resto de la marcha.

Uh, ¡esto arderá!
Fuego y pasión.
Cuerda y corazón.
Tu mirada me derretirá,
cada mota sólo sueños traerá.
Cada nota los hará realidad.

¡Vaya si arde!
Que el cielo
al son se espante.
Entre tú y yo,
que sólo un abrazo nos separe.
¿Ves la poca lógica que tiene?
Así el amor viene.

Tres, siete.
El mundo sólo se mueve.
Dos, veinte.
Que todo ceda a mi mente.
Coge mi mano al escenario.
Quiero mostrarte cómo te quiero,
al darle a cada nota un paso.
Y el camino contigo será muy largo.

Uh, ¡el blues no cesa!
Pronto, qué quedará de las mesas.
Vaya espectáculo, vaya tela.
Y tú, pequeña,
eres la musa de todos mis temas.

Y si no te importa,
cada nota te voy a dedicar.
Porque sí.
Porque no tiene explicación.
¿Tengo que acaso que dar razón
al amor?
Toma asiento,
escucha y verás.
Por ti respiro y soleo.
Por ti digo y sólo en ti pienso.
Me fascinas cual solo, muñeca.
Olvida, y tan sólo canta.
Yo pongo el resto de la marcha.

Y si no te importa,
al ritmo del blues más rojo,
como no quisiera a otra,
¿me harías el honor de cantar?


domingo, 13 de noviembre de 2011

No Siempre, pero Nunca (13-11-2011)


Como esos sueños al anochecer
que te hacen temblar de terror,
caigo en la cuenta con estupor
de que las luces no quiero encender.

Las estrellas se marchan.
La Luna avanza.
Nubes que cabecean
se dejan
llevar por el viento.
Hace tiempo
que la noche no se aclara.

Puedo sentir cómo se adelanta.
Aquellas constelaciones
que una vez me guiaron al mañana.
Ahora, sólo siento esos eones
pasar como si nada.

Mágica, pero distante.
La noche abre la brecha
entre mi luz y mi oscuridad.
De veras
pienso que nada queda más adelante.

Puedo sentir el espacio
que queda a la ida.
Puedo ver el leve paso
que queda ante la caída.
Si hay alguien ahí,
espero que vea que me tengo que ir.

No siempre
pasa lo de siempre.
Nunca ocurre dos veces.
Nunca ocurre siempre
lo que uno quiere.
Nunca ocurre sin un motivo aparente.
Siempre toca creer.
Pero es difícil ver
sin darme una señal.

Fría, a veces ausente,
recuerdo paredes más consistentes.
Como brisa,
peina mi tristeza
y se lleva aquella agradable risa
a una garganta vacía.

La noche.
Cuánto se pierde al anochecer.
Qué derroche.
¿Qué pensabas que iba a suceder?

Cae entre el horror.
La Luna destroza el firmamento,
y todo cambia de color.
Despierto,
pero parece que sigo en un sueño.
Porque no soy capaz de creerlo.
Cómo se me escapa entre las cenizas.


Un mundo aparte al mío.
Entre la lejanía
y el distante infinito.

¿Por qué me quedo a las puertas
y me tengo que contentar
con oír tras ellas?
Quiero poder entrar.

Escuchar tan sólo una leve melodía
de lo que una vez
fue una sinfonía.
Quiero poder querer.

La única lágrima del desierto
se me disipa entre mis manos.
Pido que no se vaya de mi lado,
pero sólo veo su estela en el viento,
mientras tras el horizonte me deja.

Y con el rayo final
del atardecer,
se levanta la luna nueva,
y me queda esa pregunta sin respuesta.
Esa que no quiero contestar,
y así se va a quedar.

No siempre
pasa lo de siempre.
Nunca ocurre dos veces.
Nunca ocurre siempre
lo que uno quiere.
Nunca ocurre sin un motivo aparente.
Siempre toca creer.
Siempre parece lo que no es.
Nunca es siempre lo debido.
Siempre es lo que nunca ha sucedido.

Y aunque todo sea en balde.
Siempre diré,
que por una sola gota,
todo me vale.
Pero es difícil ver
sin darme una señal.





miércoles, 9 de noviembre de 2011

Colaboraciones: Sinónimo


Otra obra de un buen amigo. Disfrutad, lectores.


Inspiración, sinónimo
de improvisación
Imitando el latido
del corazón.
Ocurre sin razón

Símil al amor.
Expresión
de un sentimiento,
en cualquier momento.
Acaba el amor
y muere tu corazón.

Todo acaba pero algo empieza.
Te rompes en mil piezas.
Tu cuerpo es un cascarón.
Se halla muerto tu corazón.
Tu alma escapa.

Simplemente,
no existe nada.
Y creíste
que te amaba.

Pero el tiempo
escapaba.
Te cegabas pensando
en el mañana.

La situación es mala.
Y todo acaba.
Poco a poco, te mata

Deseas desaparecer.
Intentas escapar
a quien crees que te va a engañar.
Te intentas suicidar.

Tratas de perecer,
porque odias perder.

Tienes que ser fuerte.
Haz de prevalecer,
no debes rendirte.

Debes seguir adelante.
Aunque estés sin fuerza,
ni tengas motivos.


Con un sentimiento,
muerto y un corazón abatido.
Todo puede parecer
perdido.

Nunca he entendido
el porque no me embarco
a lo desconocido.

En busca de un amor
que sea el de verdad,
el cual me llene de felicidad.

Siempre lo creo encontrar.
Pero una y otra vez
he de errar.

¿Por qué me llena
el sentimiento de culpabilidad?
¿la situación me matara?

No lo sé.
Pero seguro,
que lo hará
La incertidumbre
de si algún día
podré llegar
a ser amado de verdad.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El Reflejo del Olvido (07-11-2011)





Es rara la sensación
que se tiene
cuando el suelo desaparece
bajo tus pies.

Es raro ver
los vientos caer,
y sentir el duro final.
Está cerca cada vez más.

Pero en realidad,
el que desciende al averno
soy yo, que sin parar
no dejo de temer
que lo que me espera
no será el cielo.
Sólo queda la opción del infierno.

Nubes, desapareced.
No queráis ver mi caída.
Sin merced,
pronto me estrellaré,
sólo con billete de ida.

La vista se alza.
Se mueve
al son de la gravedad,
que de mí tira y mata,
como si fuera la garra
del mismo diablo.

Cenizas.
Viento,
llévate mi recuerdo.
Llévate mi vida.
El tormento
del olvido duele,
pero no tanto como tus lágrimas,
y la pura verdad.

Cielo, húndete y esfuma tu mirada.
Ni todo el firmamento
se merece presenciar, de primera plana,
como mi sangre recorre los infiernos,
y mi alma, destrozada
me mira a través de ese maldito espejo.

Me acerco.
Lo siento.
Ese olor a muerto.
Esa sensación
de incertidumbre y pesar.
Pero saber que tiene un duro final.

Trato de tocarlo.
El reflejo ni me refleja.
Es como si ni mi sombra
ni se molestara en intentarlo.
Y es que yo tampoco lo haría.
¿Acaso yo valía
la pena?

Mar, trágame en tus abismos.
Devuélveme al tormento
que siempre me he merecido.
Aquel destello plateado y bello
no era para esta alma muerta.
Las cenizas no se merecen ni que te des la vuelta.

Mis pasos vacilan
en el vacío del precipicio.
Por temer caer,
por resbalar acabé.
Y más duele la caída al olvido,
cuando fallas el último intento
de agarrar la mano
del ser más querido.

Pero como siempre,
erré.

Abrazo el abismo oscuro.
Puede que no me agrade,
pero no hay castigo más duro
y merecido para aquel
que de la noche viene.

Es más bien karma.
Te da la felicidad,
y después,
devuelve el orden una vez más,
y retornas a dónde estabas.
En la más absoluta nada.
Sin ser, ni parecer.
Ni tan siquiera, querer volver.

Porque bien lo sé.
Los brazos de la oscuridad
duelen y te destripan.
Pero al menos no te llevas sin más
el golpe de precipitar.
Digan lo que digan,
infierno conocido
es mejor que volver a errar.

Estiro la mano,
en vano.
Un último intento
y las estrellas agarrar.
Pero sabes que es tarde.
Sé que es tarde.
Y sólo queda dejarse llevar
por la gravedad,
hasta el horrible final.

No llores por mí.
Yo no lo haría.
Yo no lloraría
a alguien que nunca llegó a vivir.
Pero si llegué a sentir.

Y cuando caes,
más y más,
te giras
y ves lo que dejas arriba,
y no puedes dejar de llorar,
mientras te lleva el olvido.
Entre cuerdo y totalmente ido.

Y a escasos metros,
sólo una cosa en mente tengo,
y lloro por darme cuenta
de lo que a lo lejos pierdo.
Y lo siento.
Cuanto lo siento.
Arrancándome el pecho.
Destripando mi cuerpo entero.
Bebiendo de los restos de un hombre muerto.

Logro tocar aquel espejo
que sólo devuelve
mi reflejo, triste y endeble.

Ese reflejo que se lleva las manos a la cabeza,
y desgarra el mundo con su alarido.
Me mira, y veo con miedo,
la mirada de un ciego.

Y, ya totalmente perdido,
mi sombra en el cristal
me llama entre quejidos.
Y con garras de acero y metal,
atraviesa el espejo
y me agarra del cuello.

Finalmente,
me arrastra.
Me lleva a la noche.
Aquella de donde nunca debí salir.
Aquella que me merezco.
Me dejo llevar de buena gana.
Porque,
¿qué he de discutir
cuando ya no puedo vivir?

Cada cual
tiene su propio castigo.
Y mientras,
me sumo,
con una última lágrima,
como rosa de hielo y plata,
pequeña.
Me sumo en el olvido.