sábado, 8 de septiembre de 2012

A Tale of Ashes: Crossing the Guilty Word Field



Aquella flamante luz violeta no paraba de interponerse entre el desgarrador y vasto páramo de piedra y ceniza y la vista del observador solitario. Ondulante, desfilaba entre las dunas arcaicas y las ancestrales ruinas de tiempos, más que olvidados, abandonados. En cierto modo, aquellas llamas luminosas parecían poseer vida, aunque realmente no podían diferenciarse de todo lo demás en aquel yermo muerto.

Ni viento, ni verdor, ni vida. Así eran aquellas tierras carentes de chispa, enterradas entre el polvo de eras pasadas y grises nubes tormentosas. Y sin embargo, pese a aquel espectáculo de llamas y luces excepcionales, reinaba un silencio desgarrador. Por esa misma razón los pasos de aquel observador solitario resonaron con tanta fuerza, en su andar por la tierra muerta, en dirección a aquellas casi majestuosas llamas violetas bailarinas.

Estas conformaban una formación arbórea, ramificándose sucesivamente desde el origen, propagándose lentamente por el paisaje desolado. El observador alzó la vista hacia el centro de tal espectáculo, que rozaba  el horizonte. Aunque era imposible distinguir algo entre tanta luz, este no necesitaba ver para saber cuál era el origen de tales fuegos.

El portón de piedra, alzado entre la inmensa oscuridad del páramo gris, tan imponente como montañas, y prácticamente del mismo tamaño. Grabados de idiomas perdidos surcaban su estructura, sumando más misterio e incertidumbre en torno a aquella puerta de piedra gris. Una puerta ancestral, antigua como la historia misma, erguida para durar toda la eternidad, custodiando la débil frontera entre este mundo, y todo lo demás. Pero hasta esta aparente imperecedera construcción estaba acabando por ceder ante las posibilidades. Era cuestión de tiempo que la Puerta Gris terminara por colapsar, junto al resto del planeta. No, realmente, ahí no terminaría la hecatombe.

-Sólo es otro error más - murmuró el observador solitario mientras se detenía frente a tal espectáculo, cuyas palabras aniquilaron el poco silencio que quedaba en aquel lugar con un sutil eco. Su voz, si alguien hubiera podido escucharla en tales circunstancias, hubiera sonado aún más desgarrador que el silencio que rompió.

-Evoluciona según lo previsto - dijo el observador solitario, casi como si lo anunciara a un público inexistente -. Los datos siguen mostrando la misma sucesión causal de los acontecimientos... de nuevo.

El observador dejó escapar un suspiro, se dio media vuelta, y comenzó a alejarse en dirección opuesta de la Puerta Gris. Sus pasos por aquel yermo seco resonaban como estruendos, envolviendo la anterior calma entre los ecos de su andar. Su espalda se teñía de violeta, mientras la causa, aquellas llamas serpenteantes continuaban su baile. Casi parecía tener un cierto aire ceremonial, como si tan sólo fuera un preludio. En realidad, no era una analogía mal encaminada.

El observador continuaba alejándose de la estructura de piedra y su espectáculo de luces. Y fue ahí donde la lógica aparentemente abandonó definitivamente aquel lugar infernalmente desolado. Si alguien, si tan sólo una sola persona hubiera estado allí, hubiese podido apreciar cómo la silueta del observador se difuminaba en menos de un segundo, como si su imagen se dividiera en varias miles antes de volver a unirse de nuevo. A continuación, parecía como si se moviese de posición mientras continuaba su recto andar; en un instante, seguía caminando, pero a un metro o dos de su trayectoria original.

Aquel sujeto se desvanecía sutil pero velozmente. Porque apenas un segundo después de obrar tal extravagancia, ya no se hallaba en aquel yermo. Simple y llanamente, había desaparecido, sin ruido, luces de colores o humo blanco. ¿Magia, tal vez? Era posible, sin embargo, cabía añadir que, en cierto modo, había sido como si, de pronto, aquel observador solitario hubiera dejado de estar determinado; era como si, de pronto y sin previo aviso, hubiese cambiado de historia.

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