domingo, 28 de octubre de 2012

Sueño de Moebius (28-10-2012)



Escondido en mi brazo,
tomado por absoluto,
el reloj continúa su cruel paso.
En lo más profundo,
cada mota de arena es un mundo
que se deshace a pedazos.

¿Qué pasaría si pudiéramos cambiarlo?
¿Qué pasaría si el tiempo
no fuera más que un juguete
en nuestras manos?

Un simple gesto.
Un simple gesto y se rescribiría todo.
La música a la inversa resonaría,
y en una escala sin color,
la experiencia volvería a comenzar.

Un simple gesto,
y daríamos vida a todos los ‘quizás’.
Reescritos los recuerdos,
el pasado, simplemente, sería perfecto.

Pero abro los ojos,
y sólo aprecio el mismo cromatismo,
triste, bajo la llovizna.
Tras las sombras, a este ritmo,
las nubes ocultarán todo
bajo una rutina de agonía.

Todo sigue ahí,
etiquetado de mil maneras diferentes.
Cada mota de arena y melancolía
siguen acumulándose en mi mente.

Todo sigue ahí,
cada error, cada daño, cada desgarro.
Un simple gesto podría cambiarlo.
Pero, permanece torturando,
pues no sería causalidad,
sino reparo.

Todo sigue ahí,
el reloj no es el problema.

Pues tiempo al tiempo,
y sólo tendrás tiempo al cuadrado.
Deja los dichos, los perjuicios y proverbios.
Deja todas las ilusiones y los cuentos.
Déjalos a un lado,
pues nuestro mundo sólo permanece en el recuerdo.
Recuerdos grises llenos de errores y miedo.
Y nuestros errores funcionan como una cinta de Moebius.

No hay salida.
No hay salida.

Y sin embargo, ni yo acepto este consejo.
Y buscaré y buscaré entre jardines y setos,
entre desiertos y mares,
en las profundidades del averno,
sin darme cuenta que de nunca he salido del mundo de los sueños.
Sin darme cuenta de que nunca he salido de la mente de un necio.

Un sueño que busca un sueño.
Un sueño que sueña.
Retrocede en el tiempo, enmienda cada nudo,
y sin embargo al despertar, todo sigue igual.

Un sueño en la mente de un sueño.
Me llevo las manos a la cabeza,
y en un paisaje onírico,
me pregunto a dónde habrá ido mi estrella.

Y en ese sueño,
analicé la caída de una manzana,
el giro de las esferas metálicas de un hilo colgadas.
Gracias a estas pistas encontraría a la Princesa,
vería su cara.
Me arrodillé tras un búnker en el desierto.
Tomé un trozo de cristal de soldador antes mis ojos, 
y esperé.

En ese momento, la eternidad se suspendió.
El tiempo se detuvo.
El espacio se redujo a un ínfimo punto.
Alguien cerca dijo: "Funcionó"
Alguien más exclamó: "Ahora todos somos unos hijos de perra"

Y en un ardiente fulgor, el sueño terminó,
y entre lloros, maldigo la palabra ‘error’.

No hay salida, simplemente.
No hay salida,
porque resguardados de la vida,
yacemos en nuestras mentes.
Porque resguardados del error,
levantamos sueños.
Porque ahogados en nuestro propio lloro,
no oímos cómo llora el cielo,
no oímos el viento,
ni los pasos ni el sendero.
No hay salida, simplemente,
porque, sin darnos todos cuenta,
nunca hemos salido de nuestras mentes.

¿Qué pasaría si pudiéramos cambiarlo?







No hay comentarios:

Publicar un comentario