sábado, 4 de agosto de 2012

Sólo Palabras en el Frío Silencio

Dos de la mañana. Trato de escribir algo de poesía con los cascos puestos y la música al máximo. Nada, no hay manera, no lo consigo. El cursor parpadea sobre el fondo blanco que abarca la pantalla, esperando a que mis dedos hagan obra de mis pensamientos. Pero esos pensamientos no me dicen absolutamente nada. Como en una abrupta montaña, mi mente devuelve el eco de mis preguntas.

Por supuesto, sin respuestas, cómo no. Se está convirtiendo en un maldito hábito el no poder escribir nada, o sólo poder escribir líneas y líneas de ideas sin sentido, hileras de sentimientos absurdos; y la misma imagen, siempre está en mi cabeza... No, otra vez no. Cada vez que pienso en ti, es como si te invocara, como si un viejo libro se abriera siempre por la misma página, independientemente de por donde lo trates de abrir. Cada mañana, cada noche, cada atardecer... da lo mismo, siempre pasa igual. Maldita sea mi mente, ¿por cuánto más va a durar esto?

Estoy atascado, no cabe duda. ¿Por qué sino no podría escribir nada meramente coherente y en verso? Aguardo un buen rato delante de la pantalla vacía, en un vano intento por buscar inspiración. La música suena, una y otra vez, hasta que decido desistir. En el fondo, creo que, simplemente, no se me ocurre nada nuevo de lo que escribir. Porque siempre se me vienen a la mente los mismos tristes, agotados y frustrantes versos; porque siempre acaba por formarse la misma imagen en la cabeza.

"Tú otra vez, ¿me equivoco?" Y sólo me respondes con el silencio, el frío silencio. Fíjate, en eso nada ha cambiado.

¿Por qué se suceden los hechos de esta manera? Buena pregunta. Cuando parece que el abismo que yo mismo creé termina por separarnos en el olvido, justo a continuación, como en ese estúpido dicho, al cerrarse una puerta, otra se abre. Y acabo por saber de ti, ya sea por una u otra razón; y acabo por mirar casi, inconscientemente, en tu blog; y... soy imbécil, en serio. Definitivamente, mi futuro está enfrente, mi esperanza, en algún otro lugar, pero entonces, ¿qué pequeño detalle se me ha podido olvidar detrás? No entiendo absolutamente nada. ¿Nunca has tenido esa sensación de que estás y no estás equivocado, a la vez, en algo? Pues es, como poco, curioso.

Ya casi son las tres de la madrugada, y siendo la enésima vez que escucho esa canción de Imaginary Flying Machine, la pantalla sigue exactamente igual, vacía de palabras y coherencia.  Un suspiro se me cuela entre mis pensamientos y melancolías. Ahí está otra vez, ¿verdad? Esa idea. Siempre, después de desistir, aparece, como salida de detrás del telón, temerosa del público que espera, entre ansia y frustración, un buen cambio de guión. Esa idea... tal vez, sólo tal vez, me falte por hacer algo antes de poder zanjar este asunto, antes de que el abismo se cebe con los miles de recuerdos y sentimientos echados a perder. Las palabras son sólo eso, carcasas vacías, si  no van acompañados de hechos, pero si aquella vez hubiera podido decirte lo que nunca nombré en nuestra última carta...

Bah, a quién quiero engañar, esta muy claro que esto se perderá en el quizás, como todo. Las palabras huecas, tan lejanas de la realidad, ese frío silencio... en serio, tú sabes tan bien como yo que hay cosas que no cambian. Tal vez, lo que podría ser se pierda en la probabilidad, y el abismo acabe por destrozarnos por presión y consecuencia. Tal vez, acabes por convertirte en un fantasma más entre mis pesadillas, que al amanecer se habrá disipado entre los labios de una nueva esperanza. Tal vez acabes por convertirme en el malo de la película, transformando lo que quede en odio, con el cual avanzar maldiciendo el pasado. Tal vez, quizás, podría ser, es posible... tal vez sólo te quedes en el quizás. Porque... las palabras frías nunca llegan a cambiar nada, ¿no te parece?

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