lunes, 20 de diciembre de 2010

Lágrimas de un Héroe (02-06-2010)


Aún arrodillado y derrotado,
aún después de quebrar tu espada,
aún cuando nadie te ha perdonado
el héroe se levanta en la esplanada.
Nadie más luchará por el invierno,
ni tu esfuerzo caerá sin gritar
porque aún en las puertas del infierno7
el héroe no retrocede si luchar.
Tú, que has vivido mil desgracias,
tú, que has llorado en mil lápidas
aún en la derrota no pierdes tu gracia
pero la noche es más rápida.
Todos queremos ser ese luchador
que nos infunde respeto y valor
a aquellos que aún tienen honor
y no distinguen ningún color.
Pero aún así, el héroe es humano,
y siente la muerte como todos,
siente también dolor en su mano
al sostener la esperanza de no pocos.
Y al ser humano, también llora,
llora por su pérdida, por su querida,
porque ser un héroe tiene su honra
pero también un precio a su medida.
Sólo él se levanta entre los caídos,
sólo él se mantiene en pié, valiente,
nadie más luchara por los niños
ni por los pueblos ni sus gentes.
Lágrimas puras caen de su rostro
por ser el último que queda,
ojalá la vida fuese de otra manera
pero no nos queda otra en esta era.
Desea el héroe paz y amor,
pero no pueden concederle su deseo
porque el héroe ya no tiene corazón
al sacrificarlo por su mayor anhelo.
Y así corre el héroe al encuentro
de todo lo que más queremos,
él sólo, ante el mal de nuestros adentros
sólo está, ante el que más tememos.
Entre los páramos desolados,
entre el humo de la guerra,
entre los secos prados,
entre la más absoluta pena.
Y sus lágrimas caen por su rostro
buscando la paz del paraíso
cuyas puertas no tienen pomo,
y no abren a un simple crío.
Pero en su mirada el héroe renace,
y aún cuando en fango nos ahoguemos
su espada no quebrará en valde
y buscará la luz del último lucero.
En su final marcha,
el héroe corre de frente
ante un enemigo sin cara
que titánicamente crece.
Mas no sabe la definición
de la palabra rendición,
sólo conoce la lucha sin perdón
del corazón sin razón.
Amanece tras el combate,
y allí, en la tímida rivera,
yace nuestro héroe y su sable,
pues se va con las últimas estrellas.
Dándolo todo por su amada
ha caído en la refriega,
su infierno ya descansa
entre los brazos de la clara hierba.
La fresca agua baña su cuerpo
mientras, poco a poco, se va,
él supo desde el principio su final,
y ni el destino pudo detener su andar.
Y en las puertas del averno,
su último lágrima cruza su rostro,
como si fuera un frágil espejo
que sólo quisiera romperse en miles de trozos.
Así, entre la calma tras la tempestad
el héroe puede, por fin descansar.
Larga vida al héroe caído
aquel que nos gritó valor al oído.

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