jueves, 24 de noviembre de 2011

Para qué, Caminante (24-11-2011)




Aguarda, noche.
Ya regresa tu paladín.
La luz me ha quemado,
sólo me usó porque se quería divertir.

Alma,
encierra el olvido.
Desarma mi espada,
hasta que no quede nada vivo.
Total, si siempre volverá a llover.

Recuerda
sólo que una vez fuiste feliz.
Porque de resto, tiembla,
porque sólo dolor hallarás
donde una vez creíste ver felicidad.

Olvida.
Pues nada hay en tu memoria.
Busca lo tangible en la vida,
y no mueras antes de hora.

¿Ves eso?
Es oscuridad.
La recompensa del verano,
tras buscar nubes sin pensar.
El cielo está despejado
y antes tenías donde aterrizar.
Ahora, piérdete en el cielo
y busca lejos de mi velo.

Cómo olvidar
algo que fue tan real.

Cómo volver
a mirar sin esa llama.
Cómo, no lo sé.
Pero eso lo descubriré mañana.

Cual castigo,
el peso de lo que es
cae tal y como digo.
Y lo que fue,
que se lo lleve el olvido.
Para qué ver
que estás perdido.

En fin.
Esto es rutina
en la vida del fracaso.
Digan lo que digan,
sé que he acabado
escribiendo en vano.

Porque,
si uno escribe feliz,
y ya no lo es.
¿De qué ha servido?
No respondas,
ya lo sé.
Para qué.
Para qué.

Caminante,
no hay más camino que la noche.
Y bajo sus estrellas, bajo el gran orbe,
sé que me he perdido como lo hacía antes.


Para qué los recuerdos,
si sólo traerán más lágrimas.
Para qué el olvido,
si sólo traerá más olvido.

Supuse que al final,
en el fondo del lago,
estaba lo que siempre quise encontrar.
Simplemente y en vano,
sólo me acabé por ahogar
en aquella corriente fría,
que decía
pero no sentía.

Largaos, nubes,
sueños rotos del cielo.
Engañáis y hacéis que dude,
pues en el fondo, lo que quiero
tras tanto tormento no aparecerá.

La felicidad
yace siempre presa.
Siempre esperé sin más
que la cometa
nunca se llegara a soltar.
Mas su cuerda,
de fino cristal,
una simple brisa pasajera
acabó por destrozar.
Y por ahí se aleja,
y no volverá.
Lo sé sin más.

Para qué lloro.
Si cada gota derramada
caerá en saco roto.
Mil y un versos
han muerto para nada.
Mil y un besos,
para ti nunca fueron nada.

Tus palabras, vacías.
Simples garabatos,
que nunca llegaron
a tener valía.


Un sable de escarcha,
profundo y helador.
En un instante,
todo para mí terminó.
Y de ahora en adelante,
no sé que me deparará el mañana.
Pero sé que no estarás tú.

Para qué sufrir engañado.
Porque de los dos,
sólo uno sonreía de corazón.
Y tú, maldito reflejo destartalado,
nunca supiste la razón.

Ya da igual.
Para qué.
Nunca me llegaste a amar.
Ni siquiera a apreciar.
Ni lo llegaste a intentar.

Caos sin fin.
En un segundo,
poco pude decidir.
Mas en mi mundo,
mi fuerte mano
decide si quiero partir.
Y además mandar al diablo
lo que no se decidió ni a ser
ni a parecer, ni a sentir.

Sin más, caminante.
Los sueños nunca se cumplen.
Y entre tu imaginación,
me corrompes.
Horror.
Ya llega el final del horizonte,
sin compasión.

No creas, no lo intentes.
Dame la espalda, pero no me reproches.
Es imposible matar a quien corazón ya no tiene,
te lo dice alguien que de la noche
viene.

Y entre mucho dolor y un último te quiero,
desaparezco suavemente.
Y en mi boca con mucho esfuerzo,
un hasta siempre por siempre.

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